
Pero en realidad, Watkins fue un pionero en muchos otros sentidos. Arrastrado por la fiebre del oro, en 1851 viajó a California con Collis Huntington, que terminaría siendo uno de los poderosos propietarios del Central Pacific Railroad y para el que haría muchos trabajos documentando el gran invento con cámaras estereográficas, que eran su especialidad. Mientras, trabajó en una librería y en la galería fotográfica de Robert Vance, del que aprendió el oficio. El viaje que hizo a Yosemite en 1861, cargado con una enorme cámara de plazas y otra estereográfica, cuyas imágenes vendió a la vuelta, numeradas y motadas sobre cartulinas que cambiaban de color según la serie, lo consagraron como maestro de la fotografía de paisaje en la época y la medalla que obtuvo en la Exposición Mundial de París en 1868 lo confirmó.

Cuando tenía 50 años se casó con su mujer, Frances Sneade, que tenía 22. Con ella envejeció feliz hasta que en 1906 un terremoto destruyó su archivo de placas de cristal completo, el trabajo de toda una vida. Su salud se deterioró y ya no volvió a hacer fotos. En la actualidad, sólo podemos admirar su trabajo a través de las copias que dejó sobre papel. La Eastman custodia unas cuantas y el resto las conservan varian instituciones, entre ellas la Central Pacific Railroad Photographic History Museum y The National Stereoscopic Association.
3 opiniones:
Una pena que se perdiese ese archivo.
Es fascinante. Sí, es una pena que se haya perdido ese archivo, pero quizás eso lo convierte en más interesante aún.
Apasionante. Estoy con Pepa, es una pena que se haya perdido casi todo sobre todo por el documento impresionante que serían esas fotos de espacios sin intervención humana.
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